Observar a la gente

Vivir en comunidad

Sales del metro. Decides levantar la vista del móvil, un minuto, para no tropezar con las escaleras. Y de repente, te das cuenta. Ya es primavera. Si logras olvidarte de la pantalla sólo un ratito más, también verás que la terraza de la esquina ha quitado el toldo, que tu vecina ha empezado a tender los vestidos de flores y que los parques están cada vez más llenos. Pero para eso hay que mirar con ganas, con curiosidad, con la vista amplia. Hay que mirar con empatía.

Descubrir y conectar

Aislarse

Las pantallas y el diógenes digital en el que vivimos inmersos son una de las principales causas de que nos cueste tanto salir del cascarón y tener esa mirada más holística, más empática. Pero no la única. El ritmo productivo, profesional y de ocio —sobre todo, en las grandes urbes— nos ha sumido en una rueda que no deja de girar y de la que es difícil salir. Con ciudades que no duermen, comercios y servicios abiertos 24/7 y una estimulación constante —la gratificación instantánea nos ha convertido en una sociedad dopamina donde necesitamos mucho para sentir muy poco—, parecemos tener cubiertas gran parte de las necesidades básicas, laborales y de placer. Sin embargo, de forma paradójica, estamos sometidos a estrés, ansiedad e impaciencia. Y cada vez nos sentimos más solos.

El ritmo productivo, profesional y de ocio nos ha sumido en una rueda que no deja de girar. A veces es necesario parar, salir y reubicarse para recuperar la mirada.

Redes contra la soledad

1 de cada 4 personas jóvenes en España sufre soledad no deseada

Fuente: Ayuda en Acción (2024)

En España, un 75,8 % de la gente joven (16-29) que sufre soledad no deseada asegura sentirla desde hace más de un año; y esta realidad muestra un claro vínculo con otras enfermedades mentales. Quienes tienen ansiedad o depresión presentan un 89,2 % más de probabilidades de sentirse solos; quienes reconocen tener una baja autoestima, un 83,2 %; y aquellas personas que han tenido pensamientos suicidas, un 81,1 %.

La socialización emerge así como una pieza clave para nuestro bienestar mental. Integrarnos en una comunidad, contar con una red de apoyo donde encontrar escucha, afecto y tiempo de calidad en compañía. Sin embargo, crear o mantener esa red de apoyo es cada vez más difícil, y crece el riesgo de aislamiento, de movernos constantemente entre personas desconocidas, que percibimos casi más como figurantes de un videojuego que como miembros de una comunidad.

Sobre todo, en entornos donde la cohesión social no es tan prioritaria, como los urbanos. De forma general, distintos estudios epidemiológicos muestran que la salud mental es peor en las ciudades que en las zonas rurales, donde nos exponemos a situaciones de mayor desigualdad, marginación, estrés e incluso violencia.

(Con)vivir entre animales urbanos

Caminamos con auriculares con reducción de ruido, subimos al metro con gafas de realidad virtual y nos comunicamos por mensajería instantánea con personas que están sentadas a 100 metros de distancia. Ante esta realidad, surgen redes sociales para conocer a gente; aplicaciones para meditar; plataformas para encontrar personas con las que poder jugar un partido de pádel… Exploramos nuevas formas de entender la socialización, la espiritualidad o la intimidad en entornos hostiles, inmensos.

Actualmente, unas 4,4 mil millones de personas viven en núcleos urbanos, cifra que probablemente se duplique para 2050. En este contexto, y ante fenómenos que van saltando de sufijo en sufijo —como la gentrificación, la urbanalización o la “disneyficación”—, buscamos soluciones que nos permitan mejorar la habitabilidad de las ciudades, convivir entre grupos y perfiles de lo más diversos y crear nuevos lazos en estos entornos efímeros. Unas propuestas apuntan a las ciudades de 15 minutos, otras a los “alcaldes de la noche” —para compaginar seguridad y ocio— y algunas hablan de la integración de la naturaleza en la ciudad.

“Se ve bien teniendo el ojo lleno de lo que se mira”

Eduardo Chillida

Sin embargo, el primer paso de todas ellas será consolidar la empatía y la escucha como condiciones necesarias para la convivencia. Ampliar la mirada nos permitirá descubrir nuevos colores, olores y estímulos, sí; pero también conectar entre especies urbanas que cada vez son más diferentes. El reto consiste en salir del cascarón —sea cual sea— y construir entornos amables, accesibles y en equilibrio. Ciudades y comunidades donde podamos encontrar la armonía entre tanto ruido. 

Vivir en comunidad:
charlamos con Raquel Lanseros

¿El reto? Salir del cascarón y construir entornos amables, accesibles y en equilibrio.

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